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           Este volumen, muy citado en otros apartados de esta web, consta de 24 poéticas y 27 entrevistas, datadas entre 1970 y 2007.

 

        Guillermo Carnero se ha autoanalizado con frecuencia, estudiando sus poemas como si fueran ajenos. Más de una vez ha recalcado que sus ideas teóricas son posteriores a los textos a los que se refieren, y no pretenden más que ser reflexiones de taller, pero con una ventaja que, atendiendo a sus conocimientos de profesor y de lector aficionado sobre  teoría e historia de la literatura, ha formulado así: un teórico de la poesía podrá saber cómo está hecho un poema, pero quien es además poeta sabrá también cómo se hace. Por otra parte, su voluntad de autoanálisis puede entenderse desde la cita de “Canción de otoño a la entrada del invierno” de Rubén Darío, que encabeza el volumen: “Nadie ha visto mis pensamientos / del modo en que se deben ver”. Sabiendo que su poesía puede suscitar extrañeza e incluso hostilidad entre los que no asienten a sus principios o no los alcanzan, ha pretendido entablar un diálogo de comprensión mutua con lectores y críticos.

 

     Entre las poéticas están las que incluyó en las antologías Nueva poesía española de Enrique Martín Pardo, Nueve novísimos poetas españoles de José Mª Castellet (1970 ambas) y otras muchas; la conferencia que pronunció en la Bienal de Venecia de 1976 acerca de su generación, entonces emergente; reflexiones acerca de literatura, ideología y compromiso; notas a las sucesivas recopilaciones de sus obras completas; el muy citado artículo “¿Vida o cultura?”, en el que se preguntó en el año 2000 cómo conciliar las poesías llamadas “de la experiencia” y “culturalista”; la serie que ha titulado “Reflexiones egocéntricas”, iniciada el año 2000.

 

     Entre las entrevistas destacan las que rechazan el modelo becqueriano y el surrealista y preconizan la inteligencia emocional, o la de 1979 en la que, a preguntas de José Luis Jover, dio cuenta de cómo había llegado sin pretenderlo a la metapoesía.

 

 

Poéticas y entrevistas, Málaga, Centro Cultural Generación del 27, 2008.

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       En este volumen Guillermo Carnero relata cómo sus comienzos en la investigación universitaria estuvieron relacionados con los problemas que en aquellos años le planteaba la práctica de la poesía, y así fueron manifiestos encubiertos. En 1974 publicó una antología de Espronceda, provista de un estudio preliminar en el que se propuso demostrar dos cosas, unos meses antes de que apareciera la monumental tesis doctoral de Robert Marrast, donde la primera de ellas resultaba ampliamente confirmada. Esa primera cuestión era la falsedad de la leyenda negra acerca de la falta de entidad del progresismo político de Espronceda; la segunda, su papel decisivo y anticipador en la superación del yo lírico romántico. La segunda le interesaba más directamente, porque en ese momento andaba en sus libros de poesía más experimentales, los que se publicaron entre 1971 y 1975. Dentro del proyecto de buscar una alternativa al intimismo neorromántico le concernía naturalmente la superación del Romanticismo en El Diablo Mundo, donde Espronceda optó por el distanciamiento entre autor y yo poético, negando el pacto confesional y autobiográfico con el lector y el carácter oracular del discurso poético.

 

       Dos años después tuvo parecido significado el libro titulado El grupo «Cántico» de Córdoba (1976), estudio y antología al que cupo recuperar de la indiferencia y el olvido la obra de Pablo García Baena, Julio Aumente, Juan Bernier, Mario López y Ricardo Molina, y la revista que, en abierta disidencia con las tendencias dominantes en la primera posguerra, fundaron en 1947. La significación pro domo sua de la empresa quedaba expresa desde la primera página, donde escribió que para él Cántico era el eslabón entre la generación del 27 y la “estética novísima”, y su característica más relevante la abrumadora presencia del intimismo culturalista que será uno de los elementos diferenciadores de la renovación de la poesía castellana a partir de mediados de los años sesenta del siglo XX.

 

El poeta subterráneo, o mis tres criptomanifiestos, Salamanca, SEMYR, 2010. 

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      En abril de 2011 Guillermo Carnero fue invitado por la profesora Élide Pittarello al programa “Incroci di Civiltà”, festival internacional de literatura organizado por la Universidad Ca’ Foscari y la Mancomunidad de Museos de Venecia; de esa experiencia procede este libro. En la introducción el autor recuerda su larga estancia en la ciudad, que le dio la oportunidad de volver a reflexionar sobre la función que el imaginario histórico y artístico (en particular, el veneciano) ha desempeñado en su visión poética. El libro va precedido por dos citas: una de Los poemas de Archibald Olson Barnabooth de Valery Larbaud, y otra de Childe Harold de Lord Byron. Podemos traducirlas como sigue, respectivamente: “Escribo siempre con una máscara puesta, / una máscara a la antigua moda de Venecia”, y “Ante la decadencia de Venecia piensa en la tuya”. El significado de ambas citas (el simbolismo veneciano como epitafio personal y universo estético) apunta a los puntales de la personalidad y la creatividad de Guillermo Carnero.  

 

 

         Una máscara veneciana se divide en tres partes. La primera consta de cuatro capítulos. En el primero, “Yo lírico y máscara cultural”, Carnero admite una poesía confesional, basada y fundada en la experiencia vital y emocional, a través del filtro de la cultura. Ello teniendo en cuenta que, si el intimismo es un componente esencial del discurso poético, el directo o primario, “desde que el Romanticismo aportó el pacto confesional y autobiográfico, se ha lexicalizado hasta la no significación, ya que significa sólo lo que obliga a desautomatizar su propia recepción”. El largo excurso sobre estos conceptos termina con un párrafo que habla por sí solo:

 

Afirmo resueltamente y sin ninguna ambigüedad que la expresión del yo a través del imaginario cultural resulta de la verdad y la autenticidad emocional en aquel para quien la cultura es un elemento irrenunciable y primordial en el conocimiento del mundo y en el  autoconocimiento, si bien la máscara cultural no es imprescindible más que cuando la imponen la génesis del poema y su prehistoria  psíquica.

 

         En el segundo, “Una máscara veneciana”, justifica el concepto de “venecianismo” utilizado por la crítica, y detalla los componentes estéticos y morales del imaginario veneciano tal como aparecen en su obra, añadiendo un pormenorizado debate con Ruskin que no podemos resumir aquí. En el tercero, “Italia en mi obra”, pasa revista a las referencias literarias y artísticas italianas que han alimentado uno a uno sus libros. El cuarto, “Venecia en mi obra”, realiza el mismo recorrido a propósito de las referencias específicamente venecianas.

 

         Una selección de los poemas citados y la reproducción de las obras de arte a las que al autor alude completan el volumen.

 


Una máscara veneciana, Valencia, Institución Alfonso el Magnánimo, 2014.

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       En 2004 tuvo lugar un acto en dos sesiones en la Fundación Juan March de Madrid. En la primera, Guillermo Carnero expuso sus ideas teóricas acerca de la naturaleza de la poesía; en la segunda ofreció la lectura de una antología de su obra poética. Ambas sesiones están disponibles en la web de la Fundación

Escuchar en este enlace.

Poética y Poesía. Fundación Juan March, 2004. .